AUTOR: Margarita Schaerer
Fue una tarde muy
extraña tenía fuego en la mirada y con
una palabra se enfureció, fue cuando vi
a la muerte de frente fuera de sí, acercó un cuchillo a mi cuello forcejee con
él por mi vida ,ya no recuerdo si la hoja lastimó mi mano solo lo encerré en mi
puño con todas mis fuerzas alejando el filo de mis venas ,lo doblé y el cuchillo
se partió en dos, quedando una de las
puntas al descubierto en mi puño ,no pude ganar a su fuerza que al ver que su
arma se quebró ,a mi puño se aferró y doblando su fuerza en mis manos fue en vano intentar resistir ,nuevamente el
filo estaba sobre mí , yo sentía cada ranura de esa hoja que iba hundiéndose en
mi piel ,sin soltar mis fuerzas para que no me cortara a sus ojos lo miré
,exhalé fuerte y profundo antes de dejarme vencer ,y fue entonces que entendí
que era el fin, solo un pensamiento en mi cabeza se esbozó entregando mi alma al cielo que si
así debía ser que sea que en esta no
podía vencer, solté mi fuerza con la paz que nunca había sentido y por primera
vez dejé que lo divino me mostrara su poder, la muerte me miró a los ojos y se
asustó ….empezó a llorar, a pedir perdón ,yo no entendía que pasaba, me
quería ir en el instante que dejé de luchar ,yo había visto pasar mi vida en un
segundo , quería descansar y sin embargo la muerte huyó de mí…creo que quedó
resentido que en tres ocasiones volvió por mí al ver que sus intentos son en
vano ,se alejó de mí … hoy día ya hicimos un pacto yo no la temo a ella y ella
no viene por mí …hasta el día en que mis días
realmente lleguen a su fin…ese día la estaré esperando de la misma manera en que la vi por primera
vez y me iré en paz de este infierno disfrazado
de vida …la guadaña no me asusta ,lo oscuro lo conozco muy bien, quien
no conoce este mundo es porque no vivió en él …lo único que me ataja en ella
son mis flores que aún no conocen que la vida es una mentira ,que hay
sufrimientos por doquier, les ayudaré y acompañaré en este camino que aún deben
entender y les enseñaré a no temer a la
muerte porque yo a la muerte la conozco bien. Porque la miré de frente sin
temor alguno, la miré a los ojos, vi el
cielo en los suyos, ella se reconoció en los míos y se apartó de mí.
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